viernes, 4 de abril de 2014

¿Cuánto cuesta ser discípulo?


"Renuncia a todo lo que posees". Un dolor muy profundo se esculpía en su rostro. Su manera confiada se estaba derritiendo, y era reemplazada en ese momento por una angustia incalculable. Sus expectativas se destrozaban. Este Nazareno lo demandaba todo. El visitante, herido, luchaba con su expectativa. Considerando todas las cosas, vivía respetablemente; más justo que muchos de sus contemporáneos. Honraba los Mandamientos de Dios, trataba honorablemente a sus padres, se abstenía de adulterio, homicidio, estafa y deshonestidad. Los vecinos lo respetaban y hasta querían a este joven magistrado rico.
¿Por qué le resultó inaceptable la respuesta de Cristo? ¿Qué más se le demandaba? ¿Por que este rabí respondió: "Vende todo"? Diezmar habría sido suficiente; tal vez, aun el cincuenta por ciento -excesivamente generoso, pero posible- habría alcanzado. Las Escrituras nunca habían requerido tanto.

¿Debía abandonar todo lo que él y sus antepasados habían luchado por conseguir? ¿Cómo sobreviviría su familia? ¿Qué pensarían sus vecinos, sus amigos y sus asociados? ¿Por qué su familia debía sufrir esta vergüenza de ser confundidos con los pobres, cuando eran dueños de tanto? Su propiedad era grande. ¿Por qué Jesús, el Mesías, exigía todo? La Escritura registra que rechazó con tristeza la invitación de Cristo (Mateo 19:16-22). La invitación no tenía precio; costaba el todo.(Solís, D., 2013)
¿Cuánto cuesta ser discípulo? ¿Cuánto cuesta tomar la cruz de Cristo? ¿Será que nos puede costar todo? Cuando Jesús nos invitó a tomar nuestra cruz y seguirlo, estaba pensando en el objeto de tortura utilizado para matar a los condenados. Esta cruz era pesada y quienes la llevaban eran motivo de burla por los demás. Era un estigma muy negativo el ser crucificado, la vergüenza se unía con el agotamiento mental y físico. Eso fue lo que Jesús, Pedro y otros tantos vivieron. Sin embargo, es difícil para nosotros en este tiempo entender aquello, porque las cruces como Jesús las conoció ya no existen. Ahora lo que vemos son objetos de arte y mucha belleza, engastadas de piedras preciosas. Ahora el "cargar la cruz" que significa ser discípulo fiel del Mesías ha sido desfasado y en su lugar tenemos cruces modernas, livianas y fáciles de llevar. Ahora la iglesia es tomada por muchos como un club o centro de entretenimiento, donde vamos a disfrutar programaciones que si no nos satisfacen abandonamos con aires de petulancia, crítica y enfado.

Y tu, ¿qué decisión tomarás? El juego del Monopolio ofrece un pálido reflejo de lo que es la realidad de la vida. En el los jugadores pasan un buen rato negociando distintos elementos propios del juego, tales como edificios, propiedades, transportes y otros con el fin de obtener las mayores ganancias y tener el mayor control sobre los demás. Cuando ya están cansados, los que ganan y los que pierden han dejado de encontrar el juego divertido por lo que guardan todas sus posesiones en la caja y la ponen en su lugar. Lo mismo pasa en la vida, todo lo que hemos adquirido tarde o temprano quedará en la tierra mientras que nosotros ya no estaremos sobre la tierra, sino en una caja y no sabremos de nada más de lo nuestro que ha quedado en manos de otros. El triunfo es pasajero, la lucha terminará sin propiedades reales ni alguna mansión eterna. Es triste reconocer que la mayor parte de los humanos eligen esta opción.

Pero hay otra. Podemos elegir los bonos celestiales preferenciales y dedicarnos a predicar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo, haciendo discípulos y apresurando la venida de Dios. Esta opción nos proporciona propiedades que no se terminarán, mansiones que no se dañarán y los ángeles a nuestro lado.
2 Timoteo 4:8 "Por lo demás me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida". Piensa en el costo y haz tu decisión: ser discípulo por siempre o "gozar los deleites temporales del pecado" (Hebreos 11:25). Muchos ya han tomado su decisión, alístate con Dios, sé un discípulo fiel que analiza el costo y elige lo mejor, servir a quien lo ha dado todo por el.



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