viernes, 22 de abril de 2016

No es suficiente una fe nominal


Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. Isaías 41:13.
Durante las últimas semanas he tenido un profundo sentimiento [de la realidad] de las promesas de Dios y de la esperanza del cristiano. Nunca la Biblia me pareció tan llena de ricas gemas de promesas como en estas pocas semanas. Parece que el rocío del cielo está listo para caer sobre nosotros y refrigerarnos si solamente reclamamos como nuestras las promesas. Nunca podremos vencer nuestras tendencias naturales sin la ayuda del Cielo, y el precioso Jesús se coloca a nuestro lado para ayudarnos en esta obra. Él dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. Queremos creer exactamente lo que Cristo dijo. Queremos que nuestra fe abrace las promesas...
Es una gran cosa creer en Jesús. Oímos decir a muchos: “Cree, cree; todo lo que tienes que hacer es creer en Jesús”. Pero es nuestro privilegio inquirir: ¿Qué abarca esta creencia? ¿qué implica? Hay muchos de nosotros que tienen una fe nominal pero que no llevan esa fe en sus caracteres... Debemos tener esa fe que obra por el amor y purifica el alma, para que esta creencia en Cristo nos lleve a abandonar todo lo que es ofensivo a su vista. A menos que tengamos esta fe que obra, no nos servirá para nada. Podéis creer que Cristo es el Salvador del mundo, pero, ¿es vuestro Salvador? ¿Creéis hoy que él os dará fuerza y poder para vencer cada defecto de vuestro carácter? ... Hay muchos hoy que estarían mucho más adelantados de lo que están si hubiesen tenido esta fe...

Tenemos que aprender individualmente esta lección de confianza especial en nuestro Salvador... Yo puedo confiar en mi Salvador; me salva hoy, y mientras estoy luchando para vencer las tentaciones del enemigo, me dará gracia para triunfar.—(White, E. Manuscrito 5, 1886).

miércoles, 13 de abril de 2016

​AMAR LO QUE HACES (VLADIMIR POLANCO)

«El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido» (Lucas 19: 10).
¿Has oído hablar de Subrahmanyan Chandrasekhar? Ya sé que es un nombre difícil de pronunciar. Mejor usemos el diminutivo con el que sus amigos solían llamarlo: Chandra. Él fue un científico y matemático indio muy brillante. Completó su doctorado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y durante casi sesenta años fue profesor de la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Cuando apenas tenía diecinueve años, Chandra calculó el valor de lo que actualmente se conoce como el límite de Chandrasekhar. En 1983 recibió el Premio Nobel de Física por sus investigaciones astrofísicas. Sin embargo, para lo que Chandrasekhar no tenía límites era para compartir apasionadamente sus conocimientos científicos.
Durante el invierno de 1947 fue invitado a dar un seminario de Astrofísica a ciento sesenta kilómetros de distancia de su casa en Wisconsin. Aquel fue un invierno muy duro. Las carreteras estaban cubiertas de nieve. Precisamente, las condiciones climáticas impidieron que muchos alumnos se matricularan en el curso. De hecho, solo dos jóvenes se inscribieron. ¿Viajaría el doctor Chandrasekhar tan largo trayecto por solo dos alumnos? Si. Porque él amaba lo que hacía. Cuando uno ama lo que hace, el trabajo se convierte en una experiencia sumamente placentera. Un elemento fundamental a la hora de elegir una carrera universitaria es preguntarte: ¿Me gusta esa carrera? Chandra descubrió desde muy joven su pasión por la física y se dedicó con entusiasmo a ella.
Por esos dos alumnos, Chandrasekhar desafió el invierno e impartió su clase con mucha profesionalidad. ¿Y qué fruto produjo? Según un artículo publicado el 15 de julio de 1999 en el News Office de la Universidad de Chicago, los dos alumnos fueron Chen Ning Yang y Tsung Dao Lee, los ganadores del Premio Nobel de Física de 1957.
¿Se imaginaba Chandra que de aquella gélida clase saldrían dos premios nobeles? Probablemente no. Pero él cumplió con eficacia y denuedo su labor, y el tiempo le permitió verla cosecha que generó su arduo esfuerzo.
Este episodio de la vida de Chandra ha de recordarnos que Jesús viajó desde el cielo a la tierra para cumplir su pasión: salvar al perdido. Cristo no vino a este mundo por dos personas, vino por ti. Porque, para salvarte a ti, ¡Dios no tiene límites!

Socios de Cristo, 13 de abril⚜

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5. MSV76 109.1
¡El fin está cerca! Dios invita a la iglesia a poner en orden las cosas que quedan. Colaboradores de Dios, estáis facultados por el Señor para llevar a otros al reino.Habéis de ser los agentes vivos de Dios, conductos de luz para el mundo, y en derredor vuestro hay ángeles del cielo, enviados por Cristo para sosteneros y fortaleceros mientras trabajáis por la salvación de las almas...MSV76 109.2
Destacaos como separados y distintos del mundo, como personas que están en el mundo, pero que no son de él, y reflejad los brillantes rayos del Sol de justicia, siendo puros, santos y sin contaminación, y haciendo brillar con fe la luz en todos los caminos y vallados de la tierra.MSV76 109.3
Despiértense las iglesias antes que sea eternamente demasiado tarde. Asuma cada miembro su obra individual y vindique el nombre del Señor, que lleva sobre sí. Que la fe sana y la ferviente piedad reemplacen la pereza y la incredulidad. Cuando la fe eche mano de Cristo, la verdad deleitará el alma y los servicios religiosos no serán áridos ni carentes de interés...Diariamente tendréis una rica experiencia mientras practiquéis el cristianismo que profesáis. Se convertirán los pecadores... MSV76 109.4
¡Ojalá que todos se despertaran y manifiestasen al mundo que su fe es una fe viva, que aguarda al mundo una crisis vital y que Jesús vendrá pronto!Dejemos ver a los hombres que creemos estar en los límites del mundo eterno. MSV76 109.5
La edificación del reino de Dios queda rezagada o fomentada de acuerdo con la infidelidad o la fidelidad de los agentes humanos. La obra queda estorbada cuando los agentes humanos no cooperan con los agentes divinos. Los hombres pueden orar: “Venga tu reino.Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.Mateo 6:10; pero si en su vida no actúan de acuerdo con su oración, sus peticiones serán infructuosas. Pero aunque seamos débiles, sujetos a error y pecado, el Señor nos ofrece asociarnos con él. Nos invita a colocarnos bajo la instrucción divina. Uniéndonos con Cristo, podemos realizar las obras de Dios. “Separados de mí—dijo Cristo—nada podéis hacer”.30MSV76
RECIBIRÉIS PODER.
Con espíritu de oración, 13 de abril

Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Salmos 119:18. RP 114.1


Más de una porción de las Sagradas Escrituras que los eruditos declaran ser un misterio o que estiman de poca importancia, está llena de consuelo e instrucción para el que estudió en la escuela de Cristo. Si muchos teólogos no comprenden mejor la Palabra de Dios, es por la sencilla razón de que cierran los ojos con respecto a unas verdades que no desean poner en práctica. La comprensión de las verdades bíblicas no depende tanto de la potencia intelectual aplicada a la investigación como de la sinceridad de propósitos y del ardiente anhelo de justicia que animan al estudiante. RP 114.2
Nunca se debería estudiar la Biblia sin oración. Sólo el Espíritu Santo puede hacernos sentir la importancia de lo que es fácil comprender, o impedir que nos apartemos del sentido de las verdades de difícil comprensión. Hay santos ángeles que tienen la misión de influir en los corazones para que comprendan la palabra de Dios, de suerte que la belleza de ésta nos embelese, sus advertencias nos amonesten y sus promesas nos animen y vigoricen. Deberíamos hacer nuestra la petición del salmista: “¡Abre mis ojos, para que yo vea las maravillas de tu ley!” Salmos 119:18 (VM). RP 114.3
Muchas veces las tentaciones parecen irresistibles, y es porque se ha descuidado la oración y el estudio de la Biblia, y por ende no se pueden recordar luego las promesas de Dios ni oponerse a Satanás con las armas de las Santas Escrituras. Pero los ángeles rodean a los que tienen deseos de aprender cosas divinas, y en situaciones graves traerán a su memoria las verdades que necesitan. “Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”. Isaías 59:19. RP 114.4
Jesús prometió a sus discípulos “el Consolador, es decir, el Espíritu Santo, a quien—dijo—el Padre enviará en mi nombre”, y agregó: “El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo cuanto os he dicho”. Juan 14:26 (VM). Pero primero es preciso que las enseñanzas de Cristo hayan sido atesoradas en el entendimiento, si queremos que el Espíritu de Dios nos recuerde en el momento de peligro. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Salmos 119:11.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 657, 658. RP 114.5
«No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo» (Filipenses 2: 3).
El Titanic fue el barco de pasajeros más grande de su tiempo. ¿Pero qué inspiró la creación de ese majestuoso trasatlántico? A principios del siglo XX se hallaba en pleno apogeo el dinamismo comercial entre Europa y Estados Unidos.
Esto suscitó una gran demanda de viajes trasatlánticos y generó una amplia competencia entre las empresas navieras. La compañía Cunard revolucionó el mercado con sus cruceros gemelos Lusitania y Mauretania. El Lusitania tenía capacidad para dos mil doscientos pasajeros y viajaba a 46 kilómetros por hora. Sus salones y restaurantes de primera clase estaban al nivel de los hoteles más lujosos de Europa.
¿Qué hizo la White Star Line para poder competir con Cunard? ¡Creó el Titanic!
El Titanic tenía capacidad para recibir más pasajeros, era más grande, más lujoso y exhibía mejores salones que el Lusitania. Tenía ascensores, salas de ocio, bibliotecas, salones para fumadores, gimnasio y piscina, Su avanzada tecnología le permitía disfrutar de gran seguridad, Su descomunal casco de acero estaba sellado por tres millones de remaches; poseía diecisiete sectores independientes el uno del otro para impedir su hundimiento en caso de que se abriera una vía por donde entrara el agua; su sistema de comunicación estaba equipado para informar cualquier eventualidad que se presentara en alta mar, Con razón se atribuye a sus constructores haber dicho que «ni Dios sería capaz de hundirlo».
Sin embargo, el «insumergible» naufragó en las heladas aguas del Atlántico en su primera travesía. El orgullo de toda una generación quedó sumergido en lo más profundo del mar. El Titanic es un ejemplo contundente de lo que sucede cuando la gente se llena de orgullo y se olvida de su Creador. «Tras el orgullo viene el fracaso; tras la altanería, la caída» (Proverbios 16: 18).
El Titanic solo quería competir, exhibir su grandeza, imponerse sobre los demás; por eso terminó solo, hundido. Como dijo Amado Nervo: «Si eres orgulloso conviene que ames la soledad; los orgullosos siempre se quedan solos». ¿Es eso lo que quieres para tu vida?
Fija en tu mente el versículo de hoy: «No hagas nada por rivalidad o por orgullo».
No sigas la ruta del Titanic.
 
«El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza» (Salmo 34: 18).
Cuando el Titanic zarpó, el 14 de abril de 1912, la era de progreso, el bienestar y el positivismo parecían haberse consumado. La imponente embarcación era símbolo del optimismo que caracterizaba el inicio del siglo XX. Para muchos «la edad dorada» de la historia humana acababa de empezar. El hombre por fin tenía fe en el hombre. Por fin la civilización había llegado a un momento cuando las guerras no existirían más. Sin embargo, todas esas expectativas estaban a punto de desplomarse, porque junto con el naufragio del Titanic también se hundió el crecimiento económico, se fue a pique esa sociedad que se sentía segura y confiada, los tambores de guerra comenzaron a propagar su sangriento sonido, y dos años después el mundo se sumergió en la Primera Guerra Mundial.
Entonces, ¿que no se hundió con el Titanic? La experiencia de Richard Norris Williams nos ayudará a encontrar la respuesta. Richard y su padre viajaban en la cabina de primera clase del Titanic. Cuando el gran buque colapsó, él vio morir a su progenitor. Tras pasar seis horas sumergido en las gélidas aguas del Atlántico, finalmente, Richard fue rescatado. Como sus piernas estaban amoratadas y congeladas, los médicos recomendaron la amputación inmediata, pero el valiente joven se opuso.
Richard no solo logró sobrevivir al Titanic y recuperar la movilidad de sus piernas, sino que cuatro meses después, ¡ganó el Abierto de Tenis de los Estados Unidos! En 1924, con un tobillo torcido, se alzó con la medalla de oro en los juegos Olímpicos de Paris. Con el Titanic se hundieron muchas cosas, pero no el deseo que Richard tenía de volver a empezar, de recibir una segunda oportunidad, de transformar sus fracasos temporales en éxitos inamovibles.
¿Has caído en algún vacío? ¿Estás sumergido en el fondo de algún vicio? ¿Has pensado que las aguas turbulentas y frías de esta vida están acabando con tus sueños? Si ese es tu caso, medita en esta promesa: «Los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas» (Isaías 40: 31). Como Richard, tú también puedes empezar de nuevo. Tan solo tienes que confiar en Dios.

viernes, 8 de abril de 2016

 “Si nuestro cristianismo ha dejado de ser serio respecto al discipulado; si hemos diluido el evangelio hasta convertirlo en una inspiración emocional que no realiza demandas costosas y que falla en distinguir entre la existencia natural y la cristiana, entonces no podremos evitar recordar la cruz como una calamidad de todos los días, como una de las pruebas y tribulaciones de la vida… Cuando Cristo llama a un hombre, le ofrece ir a él y morir… es la misma muerte cada vez; muerte en Cristo Jesús, la muerte del viejo hombre a su llamado” Dietrich Bonhoeffer The Cost of Discipleship (Nueva York: The Macmillan Company, 1959), pp. 78,79.

METAMORFOSIS (VLADIMIR POLANCO)

«No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente» (Romanos 12: 2, NVI).
En 1912, Franz Kafka escribió su novela La metamorfosis, donde narra las vicisitudes del joven Gregorio Samsa. El problema de Gregorio comenzó cuando un día despertó siendo un insecto. Sorprendido por su estado, decidió no salir de su habitación. Y aunque su familia y su jefe insistían en que les abriera la puerta, Gregorio se negaba a hacerlo.
Después de un largo intercambio de palabras, Gregorio abrió la puerta. Cuando su jefe lo vio, se llevó «la mano a la boca [. . .], y retrocedía como si una mano invisible lo empujara. La madre […] primero miró al padre con las manos unidas, implorantes, luego dio pasos en dirección a Gregorio para en seguida derrumbarse en un remolino de faldas. El padre, con expresión hostil, apretaba los puños, como si quisiera empujar a Gregorio de vuelta a la habitación» (pp. 45, 46). Nadie quiso ver de cerca tan repugnante cuadro. Finalmente, abandonado por sus propios familiares, Gregorio exhaló un débil y último suspiro. Murió siendo un insecto.
¿Sabías que con la entrada del pecado, el ser humano experimentó la mayor metamorfosis que alguna vez haya ocurrido en el universo?  ¿Qué haría Dios al saber que sus hijos se habían transformado en algo que el universo detestaba? ¿Tomaría la misma actitud que adoptó la familia de Gregorio Samsa?
El Señor no se quedó de brazos cruzados; se propuso revertir la obra del diablo y llevar a cabo otra metamorfosis. Refiriéndose a ello, el apóstol Pablo escribió: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente» (Romanos 1Z: 2, NVI). Hay dos cosas que necesitamos: no conformarnos y ser transformados. No hay muchas opciones: o te conformas a tu estado de insecto, o decides ser transformado en algo mejor. Precisamente la palabra griega que ha sido traducida como transformados en Romanos 12: Z es metamorfusthai. Dios quiere producir una metamorfosis en nosotros y transformarnos en nuevas criaturas.
¡Cómo ocurrirá esa transformación? A veces suponemos que iniciará por fuera; pero Pablo habla de una transformación de nuestra mente. En otros palabras, nuestra metamorfosis espiritual debe ocurrir, primero que nada, en nuestro interior. No tienes que conformarte con tu condición; si acudes a Jesús, él podrá transformarte.
La gracia puede prosperar únicamente en el corazón que constantemente está preparándose para recibir las preciosas semillas de verdad. Las espinas del pecado crecen en cualquier terreno; no necesitan cultivo; pero la gracia debe ser cuidadosamente cultivada. Las espinas y las zarzas siempre están listas para surgir, y de continuo debe realizarse la obra de purificación. (PVGM:50)